Hace cerca de media hora atrás estaba
durmiendo. Mientras dormía, tuve un sueño algo extraño: Soñé que era un
telencéfalo… Soñé que dominaba el mundo. Que sobre todas
las demás especies Yo era la única capaz de doblar el pulgar de mis manos y
hacer cosas que ningún otro ser lograba. Podía pensar cerca de la velocidad de
la luz. Podía soñar con más telencéfalos superiores y lo mejor, podía alcanzar
con las manos aquello que a un perro o mejor a un cerdo se le escapaba.
Si era capaz de alcanzar a mi boca con mis
dedos oponibles, bajo el mando de mi intelecto
superior, un suculento manjar: Un tomate, rojo, jugoso, oloroso. Un
tomate que desecharon otros seres superiores iguales a mí. Un tomate que nunca alcanzaría
la calidad para alimentar a un ser inferior a mi. Si, que sueño. O más bien,
que pesadilla:
Estaba en medio del chircal, rodeado de seres
de intelecto superior, iguales a mí, peleándonos por un mísero tomate, que NI
UN CERDO de basural asaria comer.
Esa era la herencia dada por otros seres
superiores, iguales a mi pero infinitamente mas altos por sus dedos oponibles,
cansados de contar un papel, arrugado y sucio. Un papel sin valor para que un
cerdo lo consuma, pero de tan escaso valor para darme un frugal tomate como
única comida…
Desperté bañada en sudor. No lo podía creer,
que sueño tan extraño. Al momento de voltearme para tratar de conciliar el
sueño me vi las manos. En estas, entre mis dedos descansaba un hermoso y
fresco… Tomate!
Paradojas de la vida, por la calle, entre un
camión escuche las protestas del animal de menos intelecto pero de mayor
humanidad: Un Cerdo, el cual NUNCA, jamás osaría
alimentar a un hombre por dinero ni mucho menos alimentarlo con la basura que
otros cerdos desechan.
Por:
Paola Andrea Rodriguez L.
3B Diurno
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